Micro historias #2

Spam 
En la puerta de mi casa dejan muchos volantes, ya la pintamos dos veces porque al despegar la cinta, se lleva la pintura

 

Cuando la conocí, era un mueble que soportaba objetos olvidados. Obtenerla fue una oferta que no pude rechazar, era la promesa de un futuro simple y relajado.

Reguero de agua en el piso y programación aleatoria me hicieron entender que iba a tomar sus propias decisiones. La relación se hizo mas compleja. Un día, inundó mi casa y luego de maldecir unas cuantas veces, tomé la decisión de llamar a un experto. Su teléfono y sus dudosas promesas no paraban de timbrar:  “ya casi llego”, “en la tarde estoy ahí”, “estas cosas pasan cuando uno no las cuida”. Entregue el pago acordado, el motor encendió y agregué la carga pendiente, quince minutos después una nueva inundación. Llame de nuevo al experto.

Luego de meses de estudio he descifrado la manera adecuada para que haga su trabajo, parte de ese método consiste en mirar fijamente el remolino de agua que forma en su interior.

.
.

La gaveta de medicinas

Es mi tesoro, me permite cumplir mi fantasía de haber querido ser enfermera, cuando veo que mis amigos necesitan aliviar un dolor, la abro e inmediatamente siento ese aroma a químico.

.

 

Para mi madre, las etiquetas de caducidad eran una sugerencia. Recuerdo la primera vez que la ví quitarle el moho a un pan. Me dijo que no pasaba nada si cortaba la parte verde y me lo comía. Y no pasó nada.  Entonces aprendí a comer comida vencida y no me cae mal. Es un don heredado que algún día servirá.

.